El abrazo de tango no solo es con el alma

Es siempre especial pensar en el tango (en este caso la danza del tango, bailarlo) como en el encuentro de dos almas que (a pesar de un posible desconocimiento previo) logran encontrarse y aunarse en la decodificación de un grupo de señales que determinan movimientos, pero además (y especialmente) resulta poético aceptar o asimilar que ese encuentro o decodificación obedecen a una especie de magia atemporal y democrática que sucede entre dos personas o, mejor decirlo de este modo, entre dos  voluntades.

Tanto es así que ya en este espacio y a través de varios artículos hemos tratado estos temas, poco a poco y sin un afán de departir filosóficamente sino de observación artística, cultural, social y espiritual.

Y es que no es posible hablar sobre bailar tango sin referirse (a veces de manera tangencial, a veces directa) a esa especie de choque metafísico, esa abstracción casi inexplicable que determina el juego entre dos personas, la conexión y, finalmente, el encuentro, siempre oficializado en el abrazo, el famoso abrazo de tango, los cuerpos unidos entre desconocidos, no para un juego de seducción sensual sino artística: la danza, el baile.

Por supuesto que muchas cosas suceden o pueden suceder en un abrazo, pero el tango es uno de los pocos espacios en los que ese abrazo puede empezar y terminar allí sin por ello conllevar una frustración. Lo que sucede durante una tanda de tango puede ser completo y perfecto sin ir ni un centímetro más allá de eso, puesto que no hay más búsqueda que la conexión a través de la danza y en esos minutos determinados, en esos 3 o 4 tangos que conforman una tanda.

Bailar tango se ha desarrollado mundialmente a través de este concepto, y ateniéndonos a los tiempos que corren (tecnológicos, desprovistos de sensaciones táctiles directas entre los seres humanos), es una especie de milagro que se riega por el orbe sin pausa a un ritmo vertiginoso, siempre infundido en ese hálito de seguridad social y a la vez de espacio milagroso.

Ahora bien, todo hay que decirlo, esa magia que sucede, no viene establecida por una varita de Merlín (o de Harry Potter, para los lectores “under 40”), y no lo viene porque nunca los encuentros entre personas se han tratado de eso sino de instinto, de feromonas, de proyecciones personales propias sobre lo ajeno, y de un sinfín de motivos que Darwin o Freud podrían encontrar de un modo u otro.

Pero lo que es seguro, de lo que no hay duda alguna, es que el tango se baila de a dos, y ese encuentro se define por el abrazo de dos cuerpos.

Dos seres humanos, a veces desconocidos, a veces apenas conocidos, que se abrazan y bailan una canción con un tipo de pasos determinados.

Un abrazo apretado además, tan próximo como la física lo permite: el tango es el abrazo más cercano que el mundo de la danza pueda permitir, siempre dentro de los límites del baile y sin entrar en el juego de la seducción o lo sexual.

Durante las últimas dos décadas ese abrazo se propagó por el mundo, llegando a cada rincón que pueda imaginarse. La gente simplemente se lanzó a bailar tango para abrazarse, y eso llevó a una catarata (naturales, culturales) de cambios en la forma de bailarlo y de vivirlo.

Porque si bien el tango siempre será argentino, es hora de aceptar que el tango es ya de todos, y su conformación final (final de ahora, es decir, final momentánea), depende del crisol de razas y culturas que se cruzan en él.

Es así que la danza mutó, a veces mucho y a veces poco, pero especialmente mutó la forma de vivirlo, de sentirlo: ya no hay un modo.

Hemos visto que hay países (muchos de Europa del norte, por ejemplo) en los que el tango se vive casi como un deporte, en zapatillas y pantalones de jogging, bailando como en una carrera o en un gimnasio, con toallas y pañuelos en los bolsillos para limpiarse el sudor después de cada tango, casi igual que al bajar de la bicicleta fija.

No hay nada en contra de eso, o al menos no lo hay en este espacio, para quienes el tango no es más que un lugar de encuentro, y mejor será siempre que lo sea como pueda serlo, del modo en que cada sociedad lo viva. Pero la cuestión que nos entretiene ahora, no es sólo para quienes bailan tango a un compás Formula 1, sino para todos, también para aquellos que, bailando o viviendo el tango al modo más tradicional, salen de casa a la milonga sólo pensando en sí mismos o en el goce de la danza, pero olvidando, a veces seriamente, que el encuentro entre dos no tiene que ver sólo con esas almas sino con esos cuerpos: vamos a hablar de los que van a bailar sin cuidar su higiene personal.

No es un tema recurrente en las conversaciones tangueras porque no es agradable, pero sin dudas que no hay mujer u hombre que no lo haya padecido: no hay placer en bailar con alguien que no está limpio, que no cuidó su olor, su aliento, su pelo, su ropa.

No se trata en absoluto de un concurso de moda, es decir, de estar bien o mal vestido, sino de estar limpio.

De oler bien.

De no sudar como un caballo en una tanda, goteando a diestra y siniestra, y sacar en la tanda siguiente a otra pareja, como si diese lo mismo, como si el mundo se tratara de la noche de “uno”, como si el sudor con una pareja justificara el baile con la otra, como si el olor de un cuerpo fuese ajeno al baile y ese encuentro fuese abstracto.

Pues no lo es: la ropa sucia es parte del abrazo, el sudor debería uno reservárselo para las maratones íntimas en casa, y los aromas (de la boca, del pelo, de la piel), tienen una enorme cantidad de modos de ser neutralizados.

Porque no hay tango sin respeto, y no hay magia sin higiene.

Revolviendo en el arcón de los datos, encontré hace poco una serie de pequeñas normas, básicas, para que quienes bailan tango tengan en cuenta a la hora de ir a la milonga y, de ese modo, no sólo respetar al tango sino a la pareja con que se lo baila.

Y así dejar abierta la puerta para lo que verdaderamente todos buscan, que es la magia.

 

REGLAS BÁSICAS DE HIGIENE EN EL TANGO

  • Nuestros Modales. Los bailarines son gente educada, hombres y mujeres. No debes dar por sentado que por el mero hecho de que el tango es hermoso, todo da lo mismo y se pueden pasar por alto los malos modales o el mal gusto.
  • Ser Limpio. Es importante cuidar tu higiene personal. El uso de desodorante es indispensable y evita el uso de perfumes o lociones de olor fuerte. La expresión con las manos es algo muy importante en la danza, por favor mantén tus uñas limpias.

Cuando se va a una clase de baile no es para hacer un deporte cualquiera sino que se establece de una forma u otra una relación social con otras personas. El olor a sudor es siempre desagradable, sobre todo cuando se hacen cambios de parejas o se tiene que practicar con el profesor. Si siempre es importante la correcta higiene personal, me atrevería a decir que cuando vas a bailar, más todavía. Una cosa es el olor a sudor que se genera en una clase o en un tango y otra es el que uno ya trae de casa. Así y todo, si el olor generado en medio de una tanda es muy fuerte, o el sudor copioso, no es un detalle menor el seguir invitando a bailar o aceptando ser invitado. Es parte del respeto mutuo saber dar un paso al costado, evitar una tanda hasta que el cuerpo se recupere, o ir al baño a higienizarse para seguir bailando.

  • Así como el pelo y el cuerpo, la boca es un espacio sacro para el encuentro de dos personas en el baile de tango. Si bien todo ser humano puede a veces, en el movimiento y la agitación, perder un poco la compostura a este respecto, no es difícil detectar cuando no estamos cuidando nuestra aliento, y menos complejo aún lo es estar atento a ello, llevando siempre enjuague bucal, caramelos mentolados, o lo que ayude a que nuestra pareja de baile no sufra este tema ajeno.
  • La ropa y el calzado deben ser cómodos. Una vez que empezamos a movernos tendremos calor, y una ropa que nos permita transpirar con facilidad no es muy adecuada.
  • Ser Ordenado. Mantén tu cabello peinado firmemente hacia atrás con la frente y cuello despejados. El cabello suelto puede distraer, caer sobre los ojos y causar problemas al ejecutar giros. Las colas de caballo y trenzas pueden ser peligrosas ya que pueden golpearte o a tus compañeros.
  • No utilices joyería durante las clases o milongas. Los collares, pulseras y aretes pueden soltarse y golpear a alguien, enredarse durante algún ensayo o bien caer al piso y hacer que alguien se tropiece o resbale.

Si, de una manera u otra, seguimos estos básicos consejos, de seguro que el próximo tango va a estar más abierto a esa magia que buscamos: la magia de a dos.

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1 comentario
  1. Celeste
    Celeste Dice:

    Estaba leyendo entretenida la entrada, con toda esa introducción que jamás pensé terminarías hablando de ese tema, jajajaj.
    Genial, muy interesante.

    Responder

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