Tango: una síntesis de la vida misma
Una de las cosas que insistentemente los amantes del tango sostenemos, es que, de alguna manera, el tango no es otra cosa que una representación de la sociedad general. Como un rezo lo repetimos cuando queremos defenderlo de algo, “no es nada que no pase en el resto de la vida”, o incluso “no es algo que en la vida normal no pase siempre”.
Así es que el tango comienza a volverse un apartado que, a pesar de nuestra propia afirmación, no es tan normal ni forma parte del todo.
Pero lo representa.
El tango: lo más verdadero que les sucederá en la vida
Por eso es que el tango pareciera una especie de microcosmos distintivo del otro, el macro, el mundo verdadero. Un “verdadero” que es sólo una concesión para el oyente de oído poco avezado en el tango, puesto que, claro, para los tangueros no sólo el tango es verdadero (y ya en otros artículos trataremos sobre la materialización ideal del tango como entidad abstracta pero a la vez palpable), sino que es lo más verdadero que les sucederá en la vida, probablemente arrasando además con cualquier otra verdad que haya formado parte de ella hasta entonces.
Barcelona: el centro del planeta tango en Europa
Pero hoy vamos a hablar del tango en Barcelona, y entonces, si yo estuvieses en tu lugar, lector, me preguntaría a qué viene esto del tango como representación de los movimientos sociales generales. Y es allí donde enseguida nos vamos a topar con la respuesta: al igual que el mundo entero (enamorado de Barcelona por sus playas, su energía de sencillo acceso a los placeres, su tradición pero a la vez su condición cosmopolita, su historia combinada con lo más moderno que pueda encontrarse en este siglo, y su aire de “qué se yo” que enamora al mundo), de pronto pareciera que todo el tango se está viniendo a Barcelona.
¿Y eso?
Eso es eso, que tampoco hay que enroscarse demasiado. Que de repente esa ciudad que por los más variopintos motivos se ha vuelto un poco el centro del planeta, ha comenzado a volverse a su vez (y probablemente como consecuencia), el centro del planeta tango, al menos en Europa.
Lo que no es poco decir, además, si tenemos en cuenta que el tango nunca fue en España lo que ha sabido ser en otros países de Europa, como en Francia desde los comienzos, Italia desde el redescubrimiento en las últimas dos décadas, o hasta Turquía en el último lustro.
No, el tango nunca arrasó a España como lo hizo en esos y tantos otros países europeos (o norteamericanos, o asiáticos), y sin embargo ahí está, arrasando Barcelona de manera tenue y discreta pero sin pausa, como las olas de sus mares calmos apenas parecen andar el Mediterráneo pero no por ello dejará de hacerlo siempre, inclaudicable.
Si lanzamos una mirada rápida, lo que veremos al principio no serán más que luces fatuas, es decir, el brillo descollante de algunas figuras del firmamento tanguero que, casi sin anunciarlo pero más o menos todos juntos, parecen haberse volcado masivamente a vivir en la ciudad, sin que eso indique necesariamente que la propia movida social deba por ello crecer en proporción a quienes la habitan.
Pero lo hace.
El tango creció en Barcelona a un ritmo vertiginoso
Y es así que ahí estamos de nuevo, por centurias con lo mismo, preguntándonos qué fue primero, si el huevo o la gallina.
¿La sociedad del tango en Barcelona creció de pronto en gran número porque algunos de sus mejores exponentes se fueron a vivir ahí, o los buenos bailarines decidieron explorar ese horizonte porque ahora podían vivir en una ciudad que al fin tenía una buena escena de tango?
Esa será, como aquella, probablemente una pregunta sin respuesta, aunque ya el formularla indicará lo que queríamos decir desde el principio: el tango creció en Barcelona a un ritmo vertiginoso que lo convirtió en uno de los centros de escena más fuertes de Europa, lo que a ojos inexpertos parecerá además un resultante acontecido de la noche a la mañana.
Sin embargo, claro, es difícil que algo como eso suceda tan arbitrariamente. De seguro estaremos viendo el final de un proceso que había estado ahí creciendo en las capas subterráneas, sucediendo antes de que lo veamos.
Casa Valencia, por mucho tiempo la única milonga en Barcelona
Porque el tango se mantuvo latente en Barcelona desde los tiempos en que Antonia decidió apostar por él hace dos décadas, instaurando una pequeña unidad de estoicos que apenas si podían esperar a los jueves para bailar en Casa Valencia, la única milonga que por mucho tiempo podíamos encontrar en Barcelona.
Eran otros tiempos y era otro tango, pero ahí estaba la semilla, sembrada, latente.
Aquellas caras todavía forman parte de la esfera tanguera catalana, aunque ahora apenas si podemos distinguirlas, ahogadas (no por asfixia sino por abrazos) entre una cantidad de nuevos rostros que pueblan la escena, como las viejas casonas de esos abuelos que son los únicos de la manzana que se han negado a venderlas a la multinacional, y entonces permanece ahí, inamovible.
Pero antes de este caudaloso movimiento de tangueros que no sólo pueblan todas las milongas barcelonesas sino que permiten que haya incluso varias cada día, existió también un evento que durante más de una década le regaló a Barcelona su momento, sus cuatro días al año que le recordaban al mundillo tanguero que la ciudad estaba viva y esperándolo, aunque más no fuera desde lejos: el festival de Sitges, el otro actor central de una historia que ahora ya no puede definirse tan claramente con nombres o rostros o eventos, porque los hay de todo tipo.
Tango y Barcelona hoy: escuelas de tango y milongas en el barrio que sea
Y así llegamos (a saltos de canguro, obviando datos con desparpajo y tiranía) al día de hoy, con una Barcelona plagada de milongas y opciones para tomar clases, stages o workshos y así conocer, aunque sea desde una orilla tan lejana a Buenos Aires, de qué se trata eso de bailar abrazados y que el mundo se quede afuera, de qué va ese asunto arrabalero y argentino que se ha extendido por el orbe como un virus intratable y lleva de las narices, cuando no hipnotizados, a miles de seres que se arremolinan haciéndole un ramillete cada noche, con los ojos cerrados y los pies alzados, con las pieles detectándose de una manera extraña y desconocida pero, indudablemente, plagada de una pasión solapada que se ha vuelto un secreto como la fórmula de la Coca-Cola, pero que a diferencia de ella está ahí, al alcance de la mano de quien quiera conocerla, con escuelas de tango y milongas en el barrio que sea, en Barceloneta y el Raval, en el Gótico o el Poblenou, en Poblesec o simplemente en alguna rambla al aire libre, que lo mismo da donde, el tango es el camaleón de las danzas y de los espacios y se pone el rostro de quien sea y donde sea, mientras siempre, al final, haya una tanda más, un tango más.
Barcelona ofrece un catálogo de opciones para aprender a bailar tango
Si sos tanguero y andás pateando el mundo, en Barcelona las vas a encontrar todas.
Y si no lo sos, especialmente si no lo sos, hoy Barcelona ofrece un catálogo de opciones para aprenderlo, aprehenderlo, hablarlo, bailarlo y abrazarlo hasta el final… y no hablo del final de la tanda sino de la vida, porque de eso se trata esto del tango, el “andar en bicicleta” de las danzas: lo aprendés en unos meses y lo llevás encima para siempre, hasta el último paso y el último día, porque el tango es democrático y anacrónico, es para ricos y pobres, lindos y feos, altos y bajos y jóvenes y viejos.
La energía del tango envuelve toda Barcelona sin excluir a nadie
Es dable destacar, además, que se ha creado una atmósfera verdaderamente variada en la ciudad, lo que no es común ni mucho menos. La mayoría de las veces la comunidad de tango de cada ciudad crea una energía particular, distintiva, y difícilmente salga de lo que se generó en su origen.
En cambio el tango en Barcelona se abrió a todas las formas y ambientes, y es particular notar que hay milongas para gente grande y para gente joven, eventos sofisticados o informales, clases costosas en espacios de lujo o a la gorra y guitarreada mediante, y que siempre se genera un movimiento amistoso y relajado que lo vuelve receptivo y abierto, permitiendo así entrar a todo el mundo.
Es probable que esta peculiaridad sea uno de los motivos por los que el tango se ha expandido tanto en la ciudad, ya que, se sabe, cuando se abren las puertas es cuando empiezan a entrar las almas.
Y terminamos entonces como comenzamos, ya que de eso se trata Barcelona toda, de una ciudad de puertas abiertas y estilos variados, dispuesta a crecer y dejar que la vida baile la danza que le venga en gana.
Aunque si lo que baila es tango, claro está, mucho mejor.
Leonel A. Mitre
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